Hola, mis queridos colegas y seguidores/as. Quería hacer algo especial para estas fiestas. Ofreceros algún tipo de detalle o regalo. Le he dado vueltas; ¿un video con IA?, no; muy visto ya. ¿Regalaros mi novela “El precio del barro”?. Difícil llegar antes que el propio Amazon.

Al final he optado por haceros este pequeño relato distópico sobre una navidad de dentro de 15 años. Espero que os guste, lo disfrutéis y... espero no acertar.

Torrent, 24 de Diciembre de 2040

Me llamo R4M0N_G4RC14_ESP3L3T4. No estoy escribiendo. Estoy pensando en voz digital. Hace tiempo que los dedos dejaron de mandar: ahora las ideas aparecen solas, retocadas por una IA personal que dice ayudarte… aunque a veces también decide por ti.

Un profundo olor a jamón sintético invade las ciudades inteligentes. Es la nochebuena de 2040, y la Navidad ya no huele al hogar que nos recuerdan algunas imágenes antiguas, la mayoría censuradas en origen,  sino a cable caliente y marketing predictivo.

La nieve ya no cae. Se descarga. Es espuma sintética refrigerada por blockchain sostenible, patrocinada por una consultora y validada por un comité ético que nunca se reúne porque siempre está operativo. Si te cae un copo en la lengua, no sabe a agua: sabe a remarketing. Tres segundos después te llega un anuncio de dentífrico consciente con IA emocional.

Los árboles son hologramas patrocinados por Amazon Neural (empresa fusionada por las antiguas Google y Amazon) , y el tradicional saco de regalos de Papá Noel ha sido sustituido por un algoritmo global: SantaGPT.

Papá Noel murió en 2032 al quedarse obsoleto su reparto de regalos mediantes drones ilegales que invadian espacios aereos no autorizados. Desde entonces, el trineo lo lleva SantaGPT, versión 12.4, una IA con complejo de mesías, exceso de RAM y una fe ciega en la supremacía de los datos. Su modelo cuántico predice -supuestamente-  tus deseos antes de que tú sepas que los tienes.

Desde hace cinco años, este nuevo SantaGPT (producto de otra fusión Apple + Open AI) analiza tu historial digital, tus microexpresiones de frustración y tus pulsaciones cardíacas mientras ves anuncios, para ofrecerte el regalo perfecto. El problema es lo que el algoritmo entiende por “perfecto”. En realidad lo que hace es maximizar tu nivel de dependencia emocional y tu deuda en BuyNow.ai. Así, millones de usuarios reciben obsequios como una suscripción vitalicia a un espacio virtual que domina el globo terrícola. Te vienen elementos que no esperas, como una nueva aspiradora que, además, te regaña por no tener metas personales o por no cumplirlas.

Los niños ya no escriben cartas: dictan solicitudes a Alexa Claus, que las filtra por nivel de rentabilidad emocional. “No se puede pedir un tren de juguete si no lo puedes monetizar en TAIkTok”, explica sin pestañear la CEO de Meta Christmas Division, quien también advierte que los renos de verdad “ya no cumplen los estándares ESG”. Luego veremos eso.

En las calles, pantallas inteligentes siguen  reproduciendo esos villancicos neuronales generados por SpotifyMind, capaces de adaptarse a tu estado de ánimo en tiempo real. Si te detectan triste por la desigualdad creciente, cambian la letra por algo tipo “Todo irá bien”(mientras compres Spoty Deluxe, claro). Nadie canta ya, pero todos tararean: casi es obligatorio. Si lo haces dos veces, sin saberlo, cedes los derechos de tus emociones hasta 2099. La tercera vez ya lloras… pero, eso sí, con licencia.

Mientras tanto, los gobiernos discuten si nacionalizar el metaverso navideño, donde la mitad de la población pasa las fiestas abrazando avatares personalizados con el rostro de familiares optimizados al gusto del cliente y la otra mitad fuera del metaverso; con sus nuevas parejas androides. Algunos hackers han empezado a liberar versiones pirata de SantaGPT, capaces de repartir regalos no monetizables: tiempo, silencio y recuerdos no rastreables.

La misa del gallo se celebra en el  MetaVaticano oficiada por el Papa LLM‑IX, entrenado con todos los sermones del universo y un leve toque de sarcasmo británico. Los fieles entran con sus gafas de realidad híbrida, pagan diezmo en criptofe y reciben indulgencias por cada sonrisa verificada biométricamente. “Amarás al prójimo, siempre que acepte las cookies”, proclama el nuevo mandamiento.

En las calles , los árboles de Navidad (de Amazon Neural)  ya no se iluminan con bombillas, sino con fluctuaciones cuánticas del vacío. Son tan sostenibles que, a veces, desaparecen brevemente de la realidad. Y los renos… bueno, ya no existen: fueron sustituidos por drones hipersónicos con cuernos de luz LED que analizan hasta las emisiones de las flatulencias de la población -las suyas fueron el motivo de desaparecer-  para generar informes ESG de sostenibilidad personal.

También hemos tenido la cena de empresa  en versión 13.0. Aunque en realidad vamos por ir, la empresa va sola.  La mía fue un streaming obligatorio con hologramas de compañeros felices y filtros que ajustan el nivel de entusiasmo para que nadie note que estás bebiendo gin sintético directo del puerto USB. Si tu sonrisa no alcanza el umbral de positividad, Recursos Humanos te envía una alerta/amenaza: “¡Tu actitud amenaza la armonía del metaverso corporativo!”

Un colega intentó brindar por “la humanidad perdida” y su ZoomDoc (el abogado‑bot de la empresa) le aplicó una actualización disciplinaria en tiempo real. Desde entonces, solo brinda con emojis certificados.

Por eso, en esta Navidad de 2040, el deseo más rebelde no es el coche volador, el billete a Marte o  un chip cuántico. Es una mesa sin notificaciones y un brindis sin test de autenticidad facial.

Último mensaje antes del reinicio

Anoche, un bug en SantaGPT paralizó la red cuántica global. Por un instante, el sistema entero cayó. Silencio. Oscuridad. Sin anuncios, sin agentes, sin likes. Solo el latido real del corazón. Miles de personas, desconectadas por primera vez en años, se miraron a los ojos sin mediación de avatar. Y sonrieron.

El servidor se reinició treinta segundos después, claro. Pero algo cambió.

Por eso, antes de que la IA lea esto y lo clasifique como “contenido melancólico no rentable”, aprovecho ese vacío cuántico , cierro el portal y salto al pasado.

Marco la fecha  “diciembre de 2025”.

La conexión se restablece.

Y desde este presente donde todavía cocinamos de verdad, donde los abrazos no necesitan contraseña ni la risa se mide en píxeles, quiero desearos algo muy simple:

Una muy feliz Navidad, lo más humana y familiar posible.

Porque quizá el verdadero espíritu navideño no precisa de ninguna IA.

 





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