La transformación del modelo social y económico

Durante estas semanas estamos observando la potencia que las redes sociales están teniendo en la a-domesticación de los ciudadanos. Túnez y ahora Egipto es un ejemplo de cómo los poderes públicos ven un enemigo en la transformación que supone el uso de la red para los ciudadanos. En Túnez viven una situación transitoria pero confío en que esta informal transparencia informativa contribuya al logro de unas mentes con una dimensión más universal; mas allá de ideologías y religiones.

Egipto está sumido en una fase previa; la de la censura por parte del gobierno a todo lo que suponga dar publicidad a la situación que viven sus ciudadanos. España no se libra tampoco y aquí, que afortunadamente disfrutamos de una cierta libertad de pensamiento (no entraré en otro tipo de manipulaciones), vivimos la censura del poder de la industria. Uno de cuyos más claros exponentes es la pervivencia de una SGAE que quiere vivir con las bondades del siglo XXI pero cobrando los servicios en base a sus privilegios del siglo XX. Para ello cuenta con el apoyo de diversos grupos de poder social que más que el bien común buscan otro tipo de beneficio.

Vemos como la sociedad está en ebullición. Quiere cambio, quiere conocimiento, quiere transmitir, quiere ser y también estar. El modelo económico no es ajeno a todo ello y aquí también nos encontramos con cierta indecisión. Las grandes corporaciones quieren integrarse en esta nueva evolución pero sin que suponga romper esquemas que ya tenían definidos. La jerarquía no desea perder esa parcela de poder y por mucho que los estudios indiquen que la información y el conocimiento son mucha más potentes cuando se transmiten en horizontal, lo cierto es que pocas (algunas sí lo están adaptando con beneficios visibles) se atreven a cruzar su zona de confort y de poder.

Las empresas del futuro van a tener que estar muy al tanto de tres variables en su negocio; eficiencia, calidad e innovación. Y posiblemente por ese orden. No podemos pretender que una compañía crezca e incremente su negocio sin un uso inteligente de sus recursos, sean humanos o técnicos; sin una preocupación cierta por la calidad de sus procesos, tanto internos como externos. Y por supuesto sin apostar por una innovación que ya no es una moda sino una necesidad vital.

La nueva sociedad a la que vamos abocados afrontará en los próximos años, meses tal vez, una auténtica prueba de fuego. Si conseguimos –entre todos- establecer las bases de un nuevo crecimiento sostenible; el ser humano tendrá una nueva oportunidad. De lo contrario, la civilización, tal como la conocemos, sufrirá cambios cuyas consecuencias no podemos intuir.

©Ramón García Espeleta

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